¡Dentro de nada... Nochevieja, ¿eh? ¡Qué estrés!
Yo en Nochevieja me siento... me siento... no sé, me siento como un toro, ¿no?
Cuando llega la fiesta miro alrededor y me da la sensación de que todo el mundo se lo está pasando bien, menos yo.
El estrés comienza con la cena. Aquello parece una prueba del Gran Prix: tienes que llevar calzoncillos rojos, tener algo de oro para meterlo en la copa, preparar las doce uvas... Y contarlas varias veces, porque, como son todas iguales, te equivocas: Una, dos, tres, cuatro...una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Esta pocha ya la he contado... Una, dos... siete, ocho... ¡Joder, las doce menos veinte! ¡Chavalín, trae el Rotring, que las voy a numerar, como en el Bingo!
Y tu madre: ¿Queréis venir, que se enfrían las gambas?
Que esa es otra: te tienes que comer todo lo que está en la mesa...¡antes de las doce!; que, con las prisas, más que pelar gambas, parece que estás desactivando una bomba.
¡Coño, las doce menos diez! ¡Mamá, no me da tiempo: hazme un sándwich con el cochinillo, que ya está terminando Cruz y Raya!
Y no eres el único que está agobiado, ¿eh? No hay más que ver la tele. Allí están Ana Obregón y Ramón García, explicando a toda España cómo funciona un reloj. Acojonados por si se equivocan: Cuando la aguja pequeña esté en las doce y la grande también.... serán las doce. ¡Coño, como todas las noches! Y entonces bajará la bola y... luego vienen los cuartos, no vayan a empezar a comerse las uvas, ¿eh? Vamos a ver: ¿por qué nos explican mil veces que nos comamos las uvas en los cuartos y nadie nos explica por qué coño tiene que bajar una bola? ¿Qué clase de reloj es ése? Cuando por fin llegan las doce, en toda España se oye lo mismo: Cla, cla, cla, cla... Eso es la bola: cla, cla, cla... Din-don... ¡Ah no, que son los cuartos! Din-don... ¡Escupid que son los cuartos! Din-don...Pfbbbbbbbb... ¿qué son qué? Din-don... Los cuartos... Ton... ¡Ahora, ahora! Ton...¡Una! ¡Que no, que vamos por la segunda! Ton... Pues me meto dos... Ton... Seis... ¿Cómo que seis? Ton...>>>>>> A mí ya no me caben más, ¿eh?>>> Ton...>>> ¡Eh!, ¡deja mis uvas, cabrón! Ton... ¡Es que se me ha caído una al suelo! Ton... Bgrfds... Ton... Bggggdffffff... Ton... A mí ya no me quedan... Ton...Bgggggdffffff....¡Pues a mí me sobran cuatro! Ton... Bfgggggggg, grounfffffff... Y cuando acaban, toda la familia con la boca llena de babas, a darse besos: Feliz año, eeeeeeeeeh, felicidades, grfdddfd... Y suena el teléfono: ¡riiiiiiiiiing!>>> ¡Pero coño! ¿Ya están llamando? ¿No se pueden esperar? Pues a mí todavía me sobran dos...
¡Champán, que alguien traiga el Champán!
Pero, bueno, ¿a vosotros os parece lógico empezar el año así?
¡Qué estrés, de verdad! Pero como es Nochevieja... tienes la obligación de divertirte. Así que después te vas a un fiestorro a un sitio en el que, si caben mil personas, el dueño ha decidido meter a cinco mil doscientas.
Muy bien! ¡Cuatro mil doscientas más de las que caben!
¡Quédate en la calle si te apetece, con la pelona que está cayendo!
Así que entras. Lo bueno que tiene ir a un sitio así es que te puede pasar cualquier cosa. A mí el año pasado me ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo, tomándome mi cubatita de garrafón, cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo: ¡¡¡¡¡COOOOOOOOONGAAAAA!!!!!>>>Y, claro, que vas a hacer, pues te pones a bailar... Eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara! ¡Pero como es Nochevieja... ! ¡Pues hala!>>> Y de repente te das la vuelta y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver como escapas de ésta! Porque una conga es como una secta: entrar es muy fácil pero salir es muy jodido. Porque>>>en el garito hay como doce congas girando a toda pastilla... Bueno, pues iba yo conduciendo mi conga... por mi derecha, cuando, de pronto, me veo venir en dirección contraria una conga suicida acojonante conducida por un gordo con casco de vikingo. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni luces ni nada...pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la derecha... ¡Y me tragué entera una columna de espejitos! ¡Siniestro total! Doce heridos leves y una columna de espejitos destrozada. Y yo, con una ceja abierta tirado en el suelo pensaba: Joder, como me hagan soplar ahora, la hemos cagao. Y en ésas, me desmayé. Al despertar estaba en la sala de urgencias, rodeado por todos los de mi conga. Algunos todavía no se habían desenganchado; habían venido corriendo detrás de la ambulancia.
Bueno, las urgencias en Nochevieja, hay que vivirlas. Si en la sala caben cincuenta personas, el dueño ha metido a ciento cincuenta... Como el de la discoteca. Y como allí también es Nochevieja, el camillero lleva un gorrito de moro, la enfermera un collar de hawaiana y el que te cose la ceja unos dientes de Drácula, ¡que te da una confianza...
El tío te dice: ¿Qué ha sido? ¿Con una moto? No, con una conga. ¡Ay!, si es que van como locos con las congas...
Cuando salí de allí me quería ir a mi casa, pero como era Nochevieja, acabé a las ocho de la mañana con la ceja grapada en un bareto... Oiga, póngame un chocolate con churros. Pues sólo nos queda Nesquick y algunos dónuses... Es que los últimos churros se los han tomado los de una conga, ¡traían un cachondeo....!Había un gordo que llevaba un casco de vikingo...¡No le digo más! Y es lo que yo le digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿cuándo vas a disfrutar?
Para los buenos momentos, GRATITUD.
Para los malos, ESPERANZA.
Para cada día una ILUSION
y siempre, siempre... FELICIDAD.
¡Feliz Navidad y que el nuevo año haga realidad tus sueños!
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domingo, 30 de mayo de 2010
JAIMITO Y EL NIÑO JESUS
Querido Niñito Jesús:
Me he portado MUY BIEN este año y quiero que, por favor y si es posible, me TRAIGAS una bicicleta nueva.
Atentamente, Jaimito-
Coloca la carta debajo del árbol de navidad y ve la figura de la Virgen Maria , que desde el pesebre lo mira fijamente .
Arrepentido, rompe la carta y escribe nuevamente :
Querido Niño Jesús CREO que me he portado Bien este año, por favor TRÁEME una bicicleta.
Cordialmente, Jaimito.
Nuevamente se dispone a poner la carta cuando siente la mirada de la Virgen Maria que lo observa fijamente.
De nuevo rompe la carta y vuelve a escribir:
Niño Jesús: NO ME HE PORTADO BIEN este año, pero si me traes una bicicleta prometo portarme bien el que viene.
Sin mas, Jaimito.
Va con la carta de nuevo al arbolito y otra vez la mirada de la Virgen Maria sobre él, penetrante.
Rompe otra vez el sobre y desesperado agarra la figura de la Virgen Maria , la pone en una bolsa y la mete en el armario cerrándolo con llave.
Vuelve a escribir:
Jesús: TENGO A TU VIEJA. Si queres volver a verla, deja una bicicleta debajo del árbol.
No se te ocurra hablar con la policía. Jaimito
Me he portado MUY BIEN este año y quiero que, por favor y si es posible, me TRAIGAS una bicicleta nueva.
Atentamente, Jaimito-
Coloca la carta debajo del árbol de navidad y ve la figura de la Virgen Maria , que desde el pesebre lo mira fijamente .
Arrepentido, rompe la carta y escribe nuevamente :
Querido Niño Jesús CREO que me he portado Bien este año, por favor TRÁEME una bicicleta.
Cordialmente, Jaimito.
Nuevamente se dispone a poner la carta cuando siente la mirada de la Virgen Maria que lo observa fijamente.
De nuevo rompe la carta y vuelve a escribir:
Niño Jesús: NO ME HE PORTADO BIEN este año, pero si me traes una bicicleta prometo portarme bien el que viene.
Sin mas, Jaimito.
Va con la carta de nuevo al arbolito y otra vez la mirada de la Virgen Maria sobre él, penetrante.
Rompe otra vez el sobre y desesperado agarra la figura de la Virgen Maria , la pone en una bolsa y la mete en el armario cerrándolo con llave.
Vuelve a escribir:
Jesús: TENGO A TU VIEJA. Si queres volver a verla, deja una bicicleta debajo del árbol.
No se te ocurra hablar con la policía. Jaimito
Montando el belen con la crisis
VOY A MONTAR EL BELEN
Mañana quiero empezar a poner el belén (o los belenes) en mi casa, y, como
estoy en crisis, las decisiones que voy a tomar son las siguientes:
Pastores. Para nadie es un secreto que en todos los belenes hay más
pastores que ovejas, parece absurdo, pero siempre ha sido así. Por supuesto
me veo obligado a deshacerme de todos, menos uno. Instalaremos pastores
eléctricos (cercas electrificadas) con el fin de controlar a las ovejas, y,
una vez instalado, se plantea la posibilidad de sustituir, en breve, al
pastor por un perro con experiencia.
Personajes gremiales. Es sorprendente la cantidad de artesanos que puede
haber en un belén: el herrero, el panadero, el de la leña, el carpintero
(haciendo una desleal competencia a San José que se ha cogido baja
paternal), el tendero,... y sin embargo es, también, sorprendente ver los
pocos clientes que hay. La decisión que hemos tomado es despedir a todos
los artesanos, es duro, pero no ha quedado otro remedio. En su lugar hemos
contratado a un chino, que en un pequeño comercio fabricará y venderá todos
los objetos que vendían los artesanos. (Si el chino decide subcontratar 15
menores para sacar el trabajo es un tema en el que no nos debemos meter).
Posadero. El chino se hará cargo también de la posada. Además, últimamente
habían llegado quejas de atención al cliente por parte de José y María. La
posada podría funcionar con el sistema de cama caliente.
Lavanderas. Que manía tienen en los belenes con lavar la ropa, con lo fría
que debe estar el agua, con tanta nieve. Se suprimen los trabajos de
lavanderas, que además eran ocupados siempre por mujeres. Cada uno se
lavará su ropa en los ratos libres, potenciando así la equiparación de
sexos en cuestión de tareas domésticas.
Ángel anunciador. Suprimidos casi todos los pastores, no tiene sentido la
figura de un ángel anunciador. Se sustituye por un anuncio luminoso, en
donde además podremos anunciar las ofertas del chino.
Castillo de Herodes. A Herodes le mantengo en su puesto, no es que haga
mucho, pero manda, y no es cuestión de ponerse a despedir directivos.
Soldados, me quedo con dos por razones de seguridad, (que bastante
calentita está la zona) pero los externalizo. Los contrataré por medio de
Prosegur Castillos, para que me presten servicio como guardas de seguridad.
Ahorro en costes fijos y gano en flexibilidad.
Paseantes varios. Es sorprendente ver la cantidad de personajes que abundan
en un belén sin hacer nada, absolutamente nada. Todos despedidos. Esto lo
teníamos que haber hecho hace tiempo.
Paseantes con obsequios. He observado que otro grupo de paseantes, algo
menos ociosos, pero no mucho más productivos, se dirige hacia el portal con
la más variada cantidad de objetos. Uno con una gallina, otro con una
oveja, otro con una cesta, otro con un hatillo (¿qué llevará el misterioso
personaje del hatillo,...
Puesto que todos tienen el mismo destino, organizaremos un servicio de
logística, para rentabilizar el proceso. Despediremos a todos los
paseantes, uno de ellos se quedará con nosotros por medio de ett, y con
ayuda de un animal de carga recogerá las viandas cada tres días y las
acercará al portal.
Reyes Magos. Por supuesto con un solo rey es más que suficiente, para
llevar el oro, el incienso y la mirra. Eliminamos dos reyes, dos camellos y
los pajes. Posiblemente nos quedemos con el rey negro para no ser acusados
de racistas, además es posible que quiera trabajar sin que le demos de
alta. Tengo que estudiar, también, la posibilidad de dejar tan solo el
incienso y vender el oro y la mirra a otra compañía, ya que debemos de
reducir al máximo la inversión en regalos de empresa.
Mula y Buey. La única función de estos animales es dar calor. Esta función
será desempeñada por una hoguera, que gasta menos combustible. Realizaremos
un assessment center con los dos animales, y el que lo superé trabajará
como animal de carga en el servicio de logística antes citado.
San José y la Virgen María. Está más que demostrado que el trabajo que
hacen ambos en el portal puede ser desempeñado por una sola persona, y
evitamos dos bajas de maternidad/paternidad. Por razones de paridad nos
quedamos con la Virgen María y, lamentablemente, tenemos que despedir a San
José (con lo que había tragado el hombre en esta empresa).
El niño Jesús. A pesar de su juventud tiene mucho potencia, y además parece
ser que su padre es un pez gordo. Le mantenemos como becario con un sueldo
de mierda, hasta que demuestre su valía.
El Belén queda pues de la siguiente forma: Un pastor, con ovejas en un
cercado, un chino con un comercio/posada de 24 horas, Herodes y dos guardas
subcontratados, un paseante, por ett, con la mula (o el buey) haciendo
repartos, el rey negro (ilegal), la virgen y el niño.
Va a ser mas soso que otros años, pero me he ahorrado una pasta
Mañana quiero empezar a poner el belén (o los belenes) en mi casa, y, como
estoy en crisis, las decisiones que voy a tomar son las siguientes:
Pastores. Para nadie es un secreto que en todos los belenes hay más
pastores que ovejas, parece absurdo, pero siempre ha sido así. Por supuesto
me veo obligado a deshacerme de todos, menos uno. Instalaremos pastores
eléctricos (cercas electrificadas) con el fin de controlar a las ovejas, y,
una vez instalado, se plantea la posibilidad de sustituir, en breve, al
pastor por un perro con experiencia.
Personajes gremiales. Es sorprendente la cantidad de artesanos que puede
haber en un belén: el herrero, el panadero, el de la leña, el carpintero
(haciendo una desleal competencia a San José que se ha cogido baja
paternal), el tendero,... y sin embargo es, también, sorprendente ver los
pocos clientes que hay. La decisión que hemos tomado es despedir a todos
los artesanos, es duro, pero no ha quedado otro remedio. En su lugar hemos
contratado a un chino, que en un pequeño comercio fabricará y venderá todos
los objetos que vendían los artesanos. (Si el chino decide subcontratar 15
menores para sacar el trabajo es un tema en el que no nos debemos meter).
Posadero. El chino se hará cargo también de la posada. Además, últimamente
habían llegado quejas de atención al cliente por parte de José y María. La
posada podría funcionar con el sistema de cama caliente.
Lavanderas. Que manía tienen en los belenes con lavar la ropa, con lo fría
que debe estar el agua, con tanta nieve. Se suprimen los trabajos de
lavanderas, que además eran ocupados siempre por mujeres. Cada uno se
lavará su ropa en los ratos libres, potenciando así la equiparación de
sexos en cuestión de tareas domésticas.
Ángel anunciador. Suprimidos casi todos los pastores, no tiene sentido la
figura de un ángel anunciador. Se sustituye por un anuncio luminoso, en
donde además podremos anunciar las ofertas del chino.
Castillo de Herodes. A Herodes le mantengo en su puesto, no es que haga
mucho, pero manda, y no es cuestión de ponerse a despedir directivos.
Soldados, me quedo con dos por razones de seguridad, (que bastante
calentita está la zona) pero los externalizo. Los contrataré por medio de
Prosegur Castillos, para que me presten servicio como guardas de seguridad.
Ahorro en costes fijos y gano en flexibilidad.
Paseantes varios. Es sorprendente ver la cantidad de personajes que abundan
en un belén sin hacer nada, absolutamente nada. Todos despedidos. Esto lo
teníamos que haber hecho hace tiempo.
Paseantes con obsequios. He observado que otro grupo de paseantes, algo
menos ociosos, pero no mucho más productivos, se dirige hacia el portal con
la más variada cantidad de objetos. Uno con una gallina, otro con una
oveja, otro con una cesta, otro con un hatillo (¿qué llevará el misterioso
personaje del hatillo,...
Puesto que todos tienen el mismo destino, organizaremos un servicio de
logística, para rentabilizar el proceso. Despediremos a todos los
paseantes, uno de ellos se quedará con nosotros por medio de ett, y con
ayuda de un animal de carga recogerá las viandas cada tres días y las
acercará al portal.
Reyes Magos. Por supuesto con un solo rey es más que suficiente, para
llevar el oro, el incienso y la mirra. Eliminamos dos reyes, dos camellos y
los pajes. Posiblemente nos quedemos con el rey negro para no ser acusados
de racistas, además es posible que quiera trabajar sin que le demos de
alta. Tengo que estudiar, también, la posibilidad de dejar tan solo el
incienso y vender el oro y la mirra a otra compañía, ya que debemos de
reducir al máximo la inversión en regalos de empresa.
Mula y Buey. La única función de estos animales es dar calor. Esta función
será desempeñada por una hoguera, que gasta menos combustible. Realizaremos
un assessment center con los dos animales, y el que lo superé trabajará
como animal de carga en el servicio de logística antes citado.
San José y la Virgen María. Está más que demostrado que el trabajo que
hacen ambos en el portal puede ser desempeñado por una sola persona, y
evitamos dos bajas de maternidad/paternidad. Por razones de paridad nos
quedamos con la Virgen María y, lamentablemente, tenemos que despedir a San
José (con lo que había tragado el hombre en esta empresa).
El niño Jesús. A pesar de su juventud tiene mucho potencia, y además parece
ser que su padre es un pez gordo. Le mantenemos como becario con un sueldo
de mierda, hasta que demuestre su valía.
El Belén queda pues de la siguiente forma: Un pastor, con ovejas en un
cercado, un chino con un comercio/posada de 24 horas, Herodes y dos guardas
subcontratados, un paseante, por ett, con la mula (o el buey) haciendo
repartos, el rey negro (ilegal), la virgen y el niño.
Va a ser mas soso que otros años, pero me he ahorrado una pasta
sábado, 29 de mayo de 2010
Vivan los reyes (magos)
Detesto a Papá Noel. Si un día decido convertirme en un psicópata de esos que asesinan en serie, la serie me la voy a montar a base de ex ministros y ministras de Cultura, y luego de sonrientes gorditos vestidos de rojo y con barba, y con sus renos voy a comer chuletas a la brasa durante una temporada. Aunque España va bien, como dice mi primo, y somos europeos e internacionales y le sacudimos entusiastas la charra al presidente norteamericano cuando al hijoputa se le antoja hacer pis en Irak o en alguna otra parte, toparme con Papá Noel en una calle de Chamberí se me sigue haciendo tan cuesta arriba como uno de Arkansas bailando sevillanas. Ya sé que el fulano lleva aquí casi treinta años, es más moderno y de diseño que los magos de Oriente, y con él, dicen, los niños disfrutan más tiempo los juguetes. Pero, con todo y con eso, al gordo de la barba —sin llegar al calibre de soplapollez del Halloween de las narices, que ahora también sustituye a nuestra noche de Difuntos de toda la vida— lo sigo viendo fuera de contexto: un gringo mercenario reclutado por los grandes almacenes para duplicar ventas, que vale menos que una boñiga del camello del rey Gaspar.
Porque el arriba firmante fue un niño monárquico. Monárquico de esa noche en que tres reyes llegaban de Oriente para materializar sueños. Claro que eran otros años, y otras Navidades. También yo era un niño, y los enanos ven el mundo, retienen sensaciones, olores, imágenes, de modo diferente a los adultos. Quizá por eso aquello me parece hoy tan hermoso. Recuerdo los reflejos de luz de los escaparates en el empedrado húmedo de las calles, la gente bajándose de los tranvías con abrigo y bufanda, los guardias de tráfico —con esos maravillosos cascos blancos que les quitó algún capullo— y aquellas cajas y botellas de vino que les dejaban los automovilistas. Recuerdo los villancicos en la radio, las zambombas, y las panderetas, y aquellas carracas de madera que giraban en torno a un palo. Recuerdo mis lágrimas y las de mis hermanos cuando apareció asado el pavo Federico, que habíamos engordado en casa del abuelo. Pero recuerdo, sobre todo, los escaparates de las tiendas, lugares mágicos llenos de juguetes, en cuyas lunas los niños —que no conocíamos aún la tele— pegábamos la nariz, soñando con poseer alguno de sus tesoros: el Mecano, la pepona, la pistola de hojalata, el caballo de cartón, la caja de soldados de plomo, los juegos reunidos Geyper.
Después, con el tiempo, aprendí a interpretar otros signos que acompañaban aquello y que entonces era incapaz de comprender: la mirada del niño que observaba el escaparate a mi lado, y que luego, cuando el día de reyes yo salía a jugar con mi flamante espada del Cisne Negro, me miraba con fijeza, las manos vacías en los bolsillos del pantalón corto. La angustia de la pobre mujer que salía de la tienda contando el dinero, insuficiente para la muñeca que alguna niña esperaba. El hombre de abrigo raído, parado frente al escaparate de sueños y luces, que luego se iba cabizbajo, a casa, donde a escondidas de sus cuatro o cinco hijos fabricaba con madera, pintura y sus propias manos, el humilde juguete que su pobre sueldo no le permitía comprar... Todos aquellos seres y miradas me producen hoy remordimientos retrospectivos, porque ahora sé lo que encerraban. Pero yo entonces era un niño ignorante. Un puñetero niño con suerte.
Ahora ya no existen aquellas queridas sombras familiares que se deslizaban de noche hasta los pies de mi cama, sabiéndome dormido. Casi todas se fueron, y ya no pueden seguir protegiéndome del frío que hace afuera, ni retrasar el cáncer inevitable de la lucidez. Pero todavía, cuando llega de nuevo la noche mágica y aguardo despierto en la oscuridad, siento entrar otra vez dulcemente en mi dormitorio a todos esos entrañables fantasmas y reunirse en silencio, velándome con una sonrisa. Por eso los tres fulanos vestidos. con púrpura de guardarropía y coronas de papel dorado, que a pesar de Santa Claus y del primer imbécil que lo trajo, de la modernidad, de las teleseries gringas, del ex ministro Solana, del nuevo look del Pepé y de toda la parafernalia, siguen saliendo a la calle cada cinco de enero, con tres camellos y un par de cojones, constituyen la única causa monárquica a la que de verdad me adhiero plena e incondicionalmente, con espada y daga; si hacemos excepción, por supuesto, de la reina Ana de Austria y sus herretes de diamantes. Y al guiri gordito, oigan, que le vayan dando.
Porque el arriba firmante fue un niño monárquico. Monárquico de esa noche en que tres reyes llegaban de Oriente para materializar sueños. Claro que eran otros años, y otras Navidades. También yo era un niño, y los enanos ven el mundo, retienen sensaciones, olores, imágenes, de modo diferente a los adultos. Quizá por eso aquello me parece hoy tan hermoso. Recuerdo los reflejos de luz de los escaparates en el empedrado húmedo de las calles, la gente bajándose de los tranvías con abrigo y bufanda, los guardias de tráfico —con esos maravillosos cascos blancos que les quitó algún capullo— y aquellas cajas y botellas de vino que les dejaban los automovilistas. Recuerdo los villancicos en la radio, las zambombas, y las panderetas, y aquellas carracas de madera que giraban en torno a un palo. Recuerdo mis lágrimas y las de mis hermanos cuando apareció asado el pavo Federico, que habíamos engordado en casa del abuelo. Pero recuerdo, sobre todo, los escaparates de las tiendas, lugares mágicos llenos de juguetes, en cuyas lunas los niños —que no conocíamos aún la tele— pegábamos la nariz, soñando con poseer alguno de sus tesoros: el Mecano, la pepona, la pistola de hojalata, el caballo de cartón, la caja de soldados de plomo, los juegos reunidos Geyper.
Después, con el tiempo, aprendí a interpretar otros signos que acompañaban aquello y que entonces era incapaz de comprender: la mirada del niño que observaba el escaparate a mi lado, y que luego, cuando el día de reyes yo salía a jugar con mi flamante espada del Cisne Negro, me miraba con fijeza, las manos vacías en los bolsillos del pantalón corto. La angustia de la pobre mujer que salía de la tienda contando el dinero, insuficiente para la muñeca que alguna niña esperaba. El hombre de abrigo raído, parado frente al escaparate de sueños y luces, que luego se iba cabizbajo, a casa, donde a escondidas de sus cuatro o cinco hijos fabricaba con madera, pintura y sus propias manos, el humilde juguete que su pobre sueldo no le permitía comprar... Todos aquellos seres y miradas me producen hoy remordimientos retrospectivos, porque ahora sé lo que encerraban. Pero yo entonces era un niño ignorante. Un puñetero niño con suerte.
Ahora ya no existen aquellas queridas sombras familiares que se deslizaban de noche hasta los pies de mi cama, sabiéndome dormido. Casi todas se fueron, y ya no pueden seguir protegiéndome del frío que hace afuera, ni retrasar el cáncer inevitable de la lucidez. Pero todavía, cuando llega de nuevo la noche mágica y aguardo despierto en la oscuridad, siento entrar otra vez dulcemente en mi dormitorio a todos esos entrañables fantasmas y reunirse en silencio, velándome con una sonrisa. Por eso los tres fulanos vestidos. con púrpura de guardarropía y coronas de papel dorado, que a pesar de Santa Claus y del primer imbécil que lo trajo, de la modernidad, de las teleseries gringas, del ex ministro Solana, del nuevo look del Pepé y de toda la parafernalia, siguen saliendo a la calle cada cinco de enero, con tres camellos y un par de cojones, constituyen la única causa monárquica a la que de verdad me adhiero plena e incondicionalmente, con espada y daga; si hacemos excepción, por supuesto, de la reina Ana de Austria y sus herretes de diamantes. Y al guiri gordito, oigan, que le vayan dando.
viernes, 16 de abril de 2010
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